El sol vuelve a ponerse y te echo de menos.
Sé que si pudieras mirar al sol estarías pendiente
de cómo la luz se difumina, y que recordarías como esa misma luz saca brillos
anaranjados a mi pelo. ¿Recuerdas aquella tarde en la plaza mayor? Apartaste un
mechón de cabello de mi cara y me dijiste que no habías conocido a nadie como
yo. Te sonreí y me sonrojé, y me acariciaste la mejilla con tus dedos. Cerré
los ojos y dejé que los últimos rayos me calentaran la piel.
Siempre he sabido cómo contar las cosas y en qué
momento, y en ése momento dije que te quería, y me sorprendiste cuando
correspondiste a mis sentimientos dándome un beso. Recuerdo aquello como si
hubiera ocurrido hace minutos.
Tu incontrolable deseo de viajar te llevó a los
lugares más hermosos. Todavía conservo las postales que me enviaste desde
París. Estabas tan ilusionado con empezar una nueva vida que tus postales
rebosaban calidez y alegría. Más tarde me llegaron tus postales de Londres y
Berlín, en las que me animabas a que me reuniera contigo y recorriéramos el
mundo. Cuando llegaste a Nueva York me enviaste una camiseta de “I love New
York” y una foto en la que se te veía ante la estatua de la libertad. Las gafas
te tapaban media cara, y me pedías perdón por no haber estado en mi cumpleaños.
Estabas radiante y transmitías esa sensación a todo el mundo.
De eso ya han pasado once años. Once largos años en
los que tu recuerdo me ha acompañado a cada paso, a cada latido. Vuelvo a
pasear por la plaza mayor intentando vernos bajo la luz del atardecer, pero no
veo nada. Nuestra huella se ha borrado del mundo y me ha dejado a mí como
testigo impotente.
Aún puedo recordar el día que conmocionó al mundo y
separó nuestras vidas. Aún lo recuerdo porque fue el día en que te perdí para
siempre, y deseo tanto haberte obligado a quedarte para que no te fueras de mi
lado.
Prometiste volver, y el destino no te dejó cumplir
tu promesa.
Paso muchas noches recordando tu sonrisa y cómo me
mirabas. Apenas es un esbozo de hace años, pero es más de lo que pensaba que
tendría.
Desde ese once de septiembre, no paro de recordar el
atardecer en la plaza mayor, con nuestras manos unidas y la débil luz del sol
cayendo sobre nosotros.
Y lo cierto es que el sol vuelve a ponerse y te echo
de menos.