MICRORRELATO XX: Brasas

Joder. Otra vez acompañándome. La sensación en la boca del estómago. El sonido de una tormenta murmurando antes de estallar a sólo unos milímetros de tu nuca. Abrir los ojos en la oscuridad, siempre antes del sonido del despertador y sabiendo que no volverás a dormir. Quién dijo que las mariposas en la boca del estómago son preciosas, era imbécil. No siempre son el preludio de amor, a veces sólo es mierda acumulada dentro de ti. Aún no tengo claro cuál es la solución. Siento esa rabia creciendo dentro de mí, la desesperación y el desengaño. Miro en los ojos de las personas que me cruzo, y en el mejor de los casos veo ésas mismas brasas, quemándolas por dentro. En el peor, ya no queda nada, vacío, rescoldos de un fuego que se asfixió y acabó de consumir el oxigeno de la persona. Mierda. Yo no quiero ser así. Pero, ¿cómo se combate un fuego interior? Yo he elegido alimentarlo. Sé que lo que siento es justo y necesario, y que reprimirme a mí misma me convertiría igualmente en un zombie, así que…

Si tengo que arder que sea productivo. Lo que me lleva al siguiente paso… ¿Quién ha creado esto? ¿Quién ha robado la esencia de la vida y la felicidad? ¿Quién será el objetivo que arderá conmigo? No es tan difícil encontrar el origen, sólo hay que dejarse llevar, sentir. Hay pequeñas detonaciones en mi interior. En cada desahucio. En cada ERE. En cada detención. Los periódicos, la radio, las noticias… Son muy duras. No sólo por los robos y traiciones al pueblo que nos cuentan, sino por la manera cínica e interesada de hacerlo. Y por el contrario, esos momentos de alivio, de paz. De inmensa energía positiva recorriéndome. En cada victoria, en cada pelea, en los ojos de cada compañera. Es cierto que el amor es la mayor fuerza, pero no cuando sólo amas a tu entorno cercano. Ningún ser que ame es ajeno al sufrimiento y al miedo, por muy lejos que esté.