viernes, 28 de septiembre de 2012

Capítulo 11: Aisleen #Bandida


Cuando Garrett llegó hasta Kate, esta yacía en el suelo desmayada y junto a ella había una figura. Nos han seguido, pensó y mantuvo su arma delante de él, apuntando a la extraña figura, cuando ella se abrió paso de entre la vegetación y se acercó a él.
-¡No dispares! –dijo la figura, y la luz incidió en su cara en ese momento.
Garrett pudo ver a una mujer anciana, las arrugas de su cara le decían que tendría más de sesenta años, vestía harapos y su voz era frágil.
-¿Quién eres? –dijo sin soltar el arma.
-Vengo a ayudaros a esconderos, no importa quién soy.
-¿Qué le has hecho a ella? –dijo Garrett a la vez que miraba el cuerpo de Kate en el suelo.
-No le he hecho nada.
Garrett inspeccionó a la anciana, y comprobó que no llevaba arma alguna, solamente bolsitas colgando de la cadera.
-Cógela y sígueme, os llevaré a lugar seguro.
Y así lo hizo Garrett, levantó a Kate y la llevó sobre el hombre mientras la anciana le indicaba el camino.
_____

Kate abrió los ojos y se encontró dentro de un lugar extraño que no conocía, las llamas titilantes del fuego creaban sombras aterradoras. Su corazón volvió a acelerarse mientras barría con la mirada el lugar.
Se encontraba dentro de una construcción hecha de ramas, juncos y grandes hojas de árbol. Tenía forma circular, y se estrechaba conforme ascendía. En lo más alto había un agujero, que daba salida al humo de la pequeña hoguera, que calentaba el hogar.

-¿Dónde estoy? –se dijo, exhausta Kate, que se sentó en lo que parecía una lona apoyada sobre el suelo.
De otra estancia, y envuelta en humo apareció una anciana. Aquella mujer aparentaba más años que la misma tierra que pisaba. Katherine se fijó en los ojos  de la mujer, eran de un color azul pálido y parecían muy sabios.

-Chiquilla, están en mi casa, en el Bosque Susurrante.
-Pero las historias cuentan que nadie sobrevive a él –arguyó Kate.
-Ésos son los que intentan salir de él –su mano le ofrecía un vaso humeante que Kate rechazó-. Debes beber, chiquilla. Todavía te encuentras extenuada.
Kate cogió el vaso y notó que no estaba tan caliente como pensaba, a su tacto aquel vaso era tibio. Se lo acercó a los labios y olió el intenso aroma que despedía. Bebió a sorbos rápidos y se terminó la infusión en un santiamén.
-¿Y Garrett?
La anciana juntó sus cejas con ignorancia.
-¿Ése chico que te acompañaba? ¡Ah, sí! Está cumpliendo con un encargo que le asigné –dijo la anciana-. Mis manos son fuertes, pero mi espalda no y me es imposible subir a lo alto de la tienda a reparar el techo.
Kate miró hacia arriba y notó la presencia de Garrett, que producía un sonido sordo. El crepitar de las llamas de la hoguera le había impedido percibirlo antes.
-¿Qué hacemos aquí? –dijo sin rodeos Kate.

La anciana la miró y quedó estupefacta ante la pregunta tan directa que acabara de hacerle.
-Mi nombre es Aisleen, vivo en el Bosque Susurrante más de lo que puedo recordar –empezó a decir la anciana-. Éste es mi hogar y también mi santuario y acojo a los viajantes que se adentran en estos terrenos inhóspitos para los hombres.

Kate la miró asombrada, y en ése momento Garrett apareció en la tienda, llevaba en sus manos manchas de un color negro y de un olor desagradable.
-Ya está terminado, Aisleen –le dijo a la anciana sin darse cuenta de que Kate ya estaba despierta. Siguió avanzando y vio a Kate incorporada sobre la lona del suelo.
-¡Has despertado ya! –dijo con alegría-,  nos tenías preocupados.


Más tarde, Aisleen les contó la extraña historia que les había llevado a encontrarlos.
Había estado persiguiendo a una liebre, cuando rodeaba un pequeño árbol caído pensando acortar distancias vio una visión, o algo que se le parecía. Su cuerpo se paró, intentando hacer el menor ruido.
Al borde de un pequeño estanque había una mujer sentada, con los pies dentro del agua y la melena suelta. El cabello de la mujer era de un color azul vivo a pesar de ser semitransparente. La mujer se giró, y le sonrió. Lágrimas brotaron de los ojos de Aisleen al ver a aquella mujer, la más bella que jamás había visto en su vida y cayó de rodillas al suelo adorando la visión.

Ella le dijo con voz cálida que buscara a los que habían entrado en su territorio, y los ayudara a sobrevivir dentro del bosque hasta que salieran de él ilesos.

Aisleen asintió con la cabeza mientras la imagen de la hermosa mujer se desvanecía como los últimos rayos de sol. Ella se levantó y comenzó a buscar  los que habían entrado en el bosque para ayudarlos, tal y como le había pedido la hermosa mujer. 

Aisleen, que no era supersticiosa y había logrado sobrevivir muchos años dentro de aquel bosque lleno de magia, el advenimiento del Hada Azul había supuesto una verdadera dicotomía. Aún así los buscó, y cuando los hubo encontrado no dudó ni por un instante de que fue real.

Y así fue como Garrett y Kate acabaron en su tienda. Al acabar su relato, Aisleen se sentó para descansar sus piernas cansadas de andar. Y rodeando el fuego, cenaron juntos dándose compañía.

La tienda no era grande para acogerlos a los tres, por lo que Aisleen los llevó a oscuras por el bosque. La anciana era diestra en esquivar árboles y estorbos en el camino, pero Kate estuvo a punto de caerse un par de veces debido a piedras inoportunas en el camino. Suerte que tenía detrás a Garrett para sujetarla cada vez que tropezaba.

Garrett y Kate habían pasado más tiempo juntos ése día que en los días anteriores. Su aproximación había sido inmediata, casi natural. Se habían echado mucho de menos durante varios días, y ahora disfrutaban de la cercanía del otro sin necesidad de dar explicaciones.

Siguieron avanzando por la espesura. Habían dado tantos quiebros y giros, que Kate pensó que se habían perdido sin remedio, solos y en la oscuridad más absoluta. 

De repente Aisleen detuvo el paso, y tanteó con las manos la roca que tenía delante. Kate podía ver la gran pared de roca que se hallaba frente a la anciana. Garrett no veía nada desde su posición en la comitiva, y no apreció el parón de los pasos, lo cual lo hizo estrellarse contra la espalda de Kate, la cual hizo malabarismos para no caer sobre la anciana y no acabar todos en el suelo.

-Ya hemos llegado –dijo Aisleen.
Kate tocó la pared de piedra siguiendo a Aisleen, de la cual había perdido la pista en un segundo.
-Por aquí –dijo la voz de Aisleen amplificada por el eco.

Kate se arrodilló y pasó por la estrecha abertura en la tierra, que de haber avanzado más le habría hecho caer por él. Con sumo cuidado avanzó por el túnel que olía a humedad, pero que se mantenía seco. A lo lejos percibió una luz suave que se agrandaba. Al salir el túnel, Kate fue a parar una gran estancia, coronada por una lámpara que emitía luz desde más de sus diez velas.

La habitación era grande, no cabía duda, pero era bastante pobre en su decoración. Más de cinco lonas como las de la tienda de Aisleen estaban amontonadas a un lado, y una pequeña salida de agua dotaba de un manantial a aquel refugio subterráneo.

Kate no pudo creer lo que veían sus ojos.

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Muchas gracias a todos los que han entrado a este blog, y se han quedado prendados de #Bandida.
Muchas gracias a @judithbelieber (podéis seguir su novela #WhiteHorse desde novelawhitehorse.blogspot.com.es/ ),  gracias a @puta_nieves ,  y sobre todo, muchas gracias a mis amigas, que sin ellas no podría haber seguido escribiendo esta historia.

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¡HASTA LA PRÓXIMA ACTUALIZACIÓN!

viernes, 21 de septiembre de 2012

Capítulo 10: La huida #Bandida



Se acercó al caballo y lo desató. Con el arma en ristre lo hizo andar unos metros, hasta la gran roca. Se subió al caballo y alargó la mano hacia Kate.
-¿A dónde vamos? ¿No vamos a ayudarles?
-No podemos Kate, Biggs ha aumentado su fuerza, nunca se le hubiera ocurrido atacarnos sin ser más numeroso.
Kate miró hacia la masacre que se estaba produciendo al otro lado del bosque.
-Pero no los podemos dejar asi, ¡hay que ayudarles!
-Kate, tenemos que escapar –le apremió Garrett-, no sé si saben que estamos aquí, pero no pienso quedarme a comprobarlo. ¡Sube!
Kate agarró su mano y subió al caballo.
-Agárrate fuerte, ahora si vamos a hacer ruido.
Las manos de Kate se pusieron en su cintura, mientras ella se acercaba a él, Garrett podía sentir el cuerpo de ella húmedo tras el baño. Con una sensación de calor que partía de sus pies y terminaba en el pelo de su cabeza, espoleó el caballo, el cual avanzó deprisa entre el bosque que les quedaba por delante.

Cuanto más rápido iba el caballo más fuerte se sujetaba Kate y más acercaba su cuerpo húmedo. Garrett sentía una fuerte presión en sus pantalones, si no lograba que Kate disminuyera el abrazo no conseguiría concentrarse en el galope del caballo.
-Kate –dijo, haciéndose oír por encima de los cascos del caballo, llegados a este punto, no importaba el ruido que hicieran, lo que importaba era salir lo más rápido posible.
Cuando Kate le pareció escuchar su nombre de los labios de Garrett y se acercó aún más a él, apretando sus pechos contra su espalda más aún si cabe.
El resto de las palabras murieron en la boca de Garrett antes de salir y Kate pensó que lo había imaginado.

Siguieron cabalgando durante horas, Kate no sabía hacia donde se dirigían, sólo sabía que Garrett conducía el caballo como si conociera esos bosques como la palma de su mano.
Tras pasar de largo por tres claros, giraron a la derecha durante otro par de horas. Kate volvió la cabeza, nadie los seguía. Lo creía imposible, pero su huída no era tan perfecta como cabría desear, las huellas que habían dejado eran como un rastro de miguitas de pan, muy sabroso de seguir.

Cuando menos pensó que pararían, Garrett detuvo el caballo y desmontó, agarró de la cintura a Kate y la dejó en el suelo, con una mano en el estribo condujo al caballo a un frondoso paraje. Kate seguía sus pasos sin que se alejara demasiado, no querría perderse para nada en ése paraje. A unos veinte metros Garrett ató al caballo a una rama, y arrancó unas hojas.
-Quédate aquí y no hagas ruido, vuelvo enseguida.
-No me dejes aquí sola –pidió implorante.
-No tardaré, solamente voy a borrar nuestras huellas.
Y Garrett volvió sobre sus pasos dejando a Kate sola en aquel paraje.
Katherine hubiera apostado a que se encontraban en la zona más frondosa del Bosque Susurrante. El bosque que había aprendido a temer.

Desde pequeña el Bosque Susurrante era sinónimo de muerte, el que no conociera sus caminos no regresaría con vida y su alma se quedaría vagando para siempre en él buscando la salida. A Kate, inteligentemente, jamás se le había ocurrido entrar en el bosque. Su reputación hacía que sólo los más locos decidieran probar suerte, poca gente había logrado atravesarlo y salir vivo para atestiguarlo. Los poco que lo habían conseguido habían salido en un estado mental cuestionable, el Bosque Susurrante siempre se cobraba un precio, algunas veces era tu cordura y otras tu vida.

Según la leyenda  en el Bosque Susurrante vivía el Hada Azul, la más bella de las hadas y la más poderosa. En la antigüedad, un rey muy ambicioso construyó su castillo cerca del bosque con el propósito de crear justas que como premio obtendría jóvenes y fuertes caballeros para que su amada hija se casara.
Sólo aquel que fuera capaz de dar caza al Hada Azul, obtendría a cambio la mano de su querida hija. Pero el ambicioso rey no cayó en la cuenta de cuánto poder poseía el Hada, e incauto, mandó a cientos de hombres a la muerte. Sólo uno de ellos consiguió encontrar al Hada Azul, pero sólo porque a ella le parecía adecuado como esposa de la princesa.  Como ella amaba más su vida que cualquier otra cosa, se cortó los cabellos y se los dio al caballero como prenda para que el ambicioso rey creyera que había encontrado al Hada y le había dado muerte.
El caballero atravesó de vuelta el bosque con los cabellos del Hada Azul y con su espada en ristre proclamando su victoria. El rey casó rápidamente a su hija con aquel caballero, pero no llegó la paz a su corazón. Todas las noches el Hada entraba en sus sueños para atraer al rey hasta el bosque. Una noche, saliendo del castillo sin ser visto, entró en el bosque buscando él mismo al Hada Azul. Ya no se supo nada más de él, y se dice que el Hada tomó como precio de haber dejado que le caballero cruzara su bosque,  la vida del rey.
Y el nombre de Bosque Susurrante deviene de los aullidos de los que entraron en el bosque y sólo encontraron la muerte.

Kate tuvo un escalofrío, a pesar de que ya estaba seca, habían estado cabalgando durante toda la tarde, la oscuridad empezaba a llenarlo todo, el crepúsculo llegaba. Garrett no volvía y Kate se sentía asustada, ¿y si no volvía? ¿Y si el Hada Azul se cobraba la vida de Garrett por haber entrado en sus dominios?
Entonces el bosque empezó a aullar, era un sonido tétrico, hacía que a Kate se le erizara el cabello. La parte temerosa de su mente la hacía pensar en el Hada Azul y en la posible muerte que se cobraría y su parte racional le decía que el sonido aullante provenía del entrechocar de las ramas.

Intentando usar la razón abandonó las ideas temerosas y optó por tranquilizarse. Garrett seguro que no tardaría en llegar, y entonces no tendría miedo.

La noche avanzaba y Katherine se sentía sola, tenía frío y temía por Garrett. ¿Dónde estaría? Y mientras Kate cavilaba, oyó unos pasos. Se giró y no vio nada. Nuevos pasos detrás de ella, Kate no sabía de donde procedían y su temor la inundó. No sabía por dónde huir no conocía el terreno, y echó a correr a través de un matorral. Las finas agujas de un pino  arañaron su piel mientras ella dejaba el lugar seguro.  Tropezó con una piedra, se giró y vio a una figura acercándose a ella. Es el Hada Azul, pensó, y mientras la figura se acercaba ella vio como flotaba.
Su mente no pudo soportarlo y se desconectó, Katherine se desmayó mientras la figura seguía acercándose.


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Muchas gacias por seguir leyendo #Bandida, no me cansaré nunca de daroslas y gracias por darme la ilusión de seguir escribiendo...

martes, 18 de septiembre de 2012

Apolo y Kassia



Caminó despacio y sola por la orilla de la playa. En su mano sostenía sus sandalias, le encantaba sentir el contacto de la arena en los pies, así se mantenía más cerca de la naturaleza. Mientras el agua bañaba sus pies descalzos, su chitón ondulaba suavemente con la brisa y su cabello castaño se mantenía recogido, con un par de mechones rebeldes que caían en su espalda creando un leve tirabuzón adornándole la espalda.

Había eludido sus deberes porque se encontraba incómoda, y andando había llegado hasta la playa. Había escuchado que en aquella estación el sol proyectaba unas suaves sombras sobre la arena color rosáceo de Creta. Sonrió para sí observando aquella delicia de la naturaleza pensando en los dioses que habrían creado aquella maravilla, sólo podía ser obra del magnífico Apolo.

Durante su paseo no había mirado hacia atrás porque sabía que él le estaría siguiendo muy de cerca, y eso la inflamó de deseo. Una locura se apoderó de ella y la hizo arrojar el calzado y danzar adentrándose en el mar, que agitado, mandaba olas furiosas contra la orilla.

Unas manos fuertes la sujetaron y cesaron su baile. Cuando sus ojos se encontraron, Kassia abrió sus brazos y rodeó a Apolo apoyando su cabeza en su pecho.

-Te estaba esperando –dijo Apolo.

Y Kassia le besó, pero no sólo le besó con los labios, le besó con todo el cuerpo. Por su columna corría un relámpago de calor que le hacía hormiguear toda la piel. El tacto era casi eléctrico  y ambos se hallaban en una corriente de alta tensión.

El agua los empapaba y pegaba los ropajes a sus cuerpos. Kassia, que llevaba un chitón blanco de lino parecía estar desnuda bajo los fuertes brazos de Apolo. Su beso se hizo intenso cuando éste arrancó el lino a Kassia y ésta se apretó contra su cuerpo tocándole los cabellos y jugando con sus sedosos rizos con las manos.

Kassia sentía como su cuerpo despedía lenguas de fuego que la envolvían y que la consumían. Lentamente, Kassia puso sus manos en la nuca de él, haciendo el beso más profundo si cabe.  

Apolo la levantó cogiéndola de las nalgas y la penetró con dureza iniciando un rápido movimiento. Un gemido escapó de los labios de Kassia mientras ascendía y descendía rápidamente sobre Apolo. Las fuertes embestidas del dios hacían vibrar el mortal cuerpo de Kassia y la hacían llegar al clímax. 

Cuando sus cuerpos se separaron, Kassia sintió que perdía el apoyo de los pies y se zambulló en el agua. Cuando su cabeza emergió, se encontraba sola. La playa estaba vacía.

viernes, 14 de septiembre de 2012

Capítulo 9: Emboscada #Bandida



Kate emergió del agua buscando una bocanada de aire en sus pulmones. Lo que más le gustaba a Katherine del mundo era el lago. El agua estaba helada, y hacía que tuviera el bello de gallina, pero no le importaba. Adoraba el tacto del agua y como éste tensaba su piel. Debajo del agua sentía la ingravidez y le encantaba el poder flotar. Buceó un par de veces más, y siempre salía del agua sonriendo.

Aún recordaba cómo había localizado el lugar. Había sido su madre la que había investigado lugares donde el agua del lago fuera un remanso de tranquilidad, y lo había encontrado. También había sido ella la que le había inculcado la costumbre de bañarse desnuda, disfrutando de la libertad que daba el no llevar ropa. Ése había sido siempre su lugar favorito. En él había pasado los momentos más felices de su vida con sus padres. Hacía mucho tiempo que la vida no era buena para ella, ni para todos los demás.

Hacía tiempo que no pensaba en ello. La vida les iba medianamente bien, un trabajo, una casa decente, en fin, una vida. Todo el pueblo tenía algo que hacer y a nadie le importaba lo que hiciera el resto, excepto si mediaba una ofensa. Pese a que fueran acechados por bandidos de la peor calaña, el pueblo se unía y lograba superar lo que aconteciera. Había sido su madre, su propia madre la que trastocara esa tranquilidad.
Ella era la mujer más hermosa de la ciudad, siempre había sido la mujer más intuitiva de todo el pueblo, y siempre hacía lo que debía. Debido a este sentido del deber, se casó con John Dilinger, uno de los más afamados vaqueros, y juntos formaron una familia. Primero llegó Kate, a la que adoraban y querían, y cuando quedó embarazada de nuevo, creyó que no se podía ser más feliz. 

Lo grave ocurrió después, su segundo embarazo fue duro, su cuerpo no estaba preparado para un segundo parto, y pasó varios meses en reposo por orden del médico. Nadie pensaba que lograra sobrevivir al parto, ni la madre ni la hija. John puso toda su atención en ella y en Kate, y con cariño y esfuerzo logró infundir esperanzas. Cuando llegó el momento, la madre de Kate sufrió una grave hemorragia, lo que la dejó inconsciente y al borde de la muerte durante unos días. Maggie estaba fuerte y sana, pero su madre pendía de un hilo.

Tras unos días duros, en los que el temor de que no despertara se infundió a todos los habitantes, logró despertar y vivir. Pero el entorno no resultaba óptimo, los bandidos acechaban el pueblo, robaban animales, mataban a quien no le dejara hacerlo y causaron un gran malestar. 

El jefe de la banda, Biggs, estaba enamorado de su madre desde pequeño y cuando parecía que se recuperaba, los bandidos la secuestraron y se la llevaron lejos. Muchos de los habitantes se refugiaron en las montañas con el temor de que decidieran quemar todo el pueblo. Y así lo hicieron.

No se sabe si ya lo tenían planeado, o fue su madre la que les dijo donde se escondían. Sólo se sabía que los bandidos llegaron a las montañas y mataron a mucha gente por sólo el placer de matar, sin un objetivo concreto. Centenares de hombres mujeres y niños murieron sin razón, y el resto de la gente vivió con la pena de ver morir a madres, hermanos e hijos.

Los supervivientes cargaron la culpa sobre los hombros de John, y sus hijas. Así había sido siempre, al menos lo que Katherine recordaba, y por el momento no iba a cambiar.
Todos veían en Kate el reflejo de su madre, hermosa e inteligente, y puede que traidora, sólo el tiempo les daría la razón.
Y Kate odiaba esa impresión popular acerca de ella.

Siguió disfrutando de su baño todo lo que pudo, hasta que decidió salir del agua. La expedición no tardaría en marchar de nuevo, el lugar no era seguro para nadie. Volvió a bucear, pero esta vez en dirección a la orilla. Cuando volvió a emerger del agua vio un sombrero tras la gran roca.

Se quedó paralizada y quieta. Detrás de aquella roca había alguien.
-¿Quién hay ahí?
De detrás de la roca salió Garrett, la sorpresa fue mayúscula para Kate.
-¿Y tú qué haces ahí?
-¿Yo? La pregunta es, ¿qué haces en el lago, desnuda? –dijo enfatizando la última palabra- Sabes que no es seguro, ¿no?
-Sí lo sé, iban a ser sólo unos minutos.
Garrett sonreía, pese a lo que pensara sobre la seguridad de Kate, ella no dejaba de sorprenderlo.
-Será mejor que salgas antes de que alguien te vea.
-Alguien más, dirás.
Y Garrett rió más fuerte.
-Apártate de la orilla, no quiero que me veas desnuda.
-¿Otra vez? –y volvió a reír.
La cara de Kate se veía roja de rabia, podría haber hecho hervir toda el agua del lago de habérselo propuesto.
-¿Qué has visto qué? –dijo Kate
-Tranquila –continuó Garrett, esta vez doblado sobre sí mismo-, no he visto nada. Te lo aseguro.
Kate no se fiaba, pero no le quedaba otra opción que creerle.
-Ponte de espaldas, si no, no saldré.
-De acuerdo, de acuerdo –dijo Garrett dándose la vuelta y permitiéndole algo de privacidad.

Y entonces oyó gritos, gritos lejanos que ascendían. No eran lo suficientemente claros como para asegurarlo, pero daría todo lo que tenía por apostar a que esos gritos venían del otro lado del bosque.
-No hagas ruido –le dijo a Kate-, oigo algo al otro lado del bosque.
Kate salió todo lo rápido que pudo sin hacer ruido, y se pasó el vestido por encima de la cabeza. Cuando estuvo tapada preguntó.
-¿Qué ocurre?
Garrett se había alejado unos pasos, se volvió y se pudo su dedo índice sobre los labios pidiéndole a Kate que mantuviera silencio.
Kate, consiguió ponerse las botas sin levantar las hojas del suelo, y fue hasta donde se encontraba Garrett. Se puso de puntillas, y por encima de su hombro veía como las mujeres huían despavoridas, el sonido de las balas llenaba el ambiente. Kate dejó escapar un pequeño gritito de entre sus labios que hizo que los pájaros de los árboles levantaran el vuelo. Garrett la cogió y le tapó la boca con una mano, con la mirada todavía en el otro lado del bosque vio como algunas mujeres morían. Es la banda de Biggs, pensó Garrett.

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Como siempre dar las gracias a Judith Belieber por su apoyo. Podéis seguirla en Twitter @judithbelieber . Podéis seguir #WhiteHorse .

Muchas gracias por seguir confiando en mí, y por seguir leyendo #Bandida.