Pasaron varios días con sus
noches, y después de aquella noche Kate y Garrett no habían vuelto a hablar, si
se cruzaban por las amplias galerías de las cuevas no se atrevían a decirse
nada y pasaban de largo. Fueron unos días muy largos para los dos, él estaba
relegado a quedarse como guardián, por lo tanto permanecía en las cuevas la
mayor parte del tiempo solo. Kate que estaba obligada a quedarse por seguridad,
y su única ocupación era cuidar de Maggie cuando no estaba con su padre, algo
que era constante lo que dejaba a Kate
tiempo para reflexionar.
En condiciones normales ese
tiempo lo habría pasado con Garrett, su mejor amigo, el único, y desde hacía
unos tres días algo más.
La duda le atenazaba la
garganta, ¿qué diablos había pasado?
-se preguntaba, pero ni ella misma era capaz de responder, solamente daba
vueltas al mismo momento, una y otra vez sin encontrarle ningún sentido. Solamente accedía a su recuerdo el tacto de su piel, la
sensación cálida que le transmitió, la suave humedad de su lengua dentro de
ella…
Garrett le había besado porque
lo sentía, porque la deseaba y no controló sus ganas. Había llegado un momento
en el que le saltaban chispas en la piel si la tocaba, y pasaba intensas noches
sin dormir pensando en ella. Solamente el mero recuerdo de lo que había sentido
hacía hormiguear su cuerpo y le producía un atisbo de placer al recordar su
mirada tras besarla. Habría jurado que en sus ojos vio la calidez indudable de
que ella también se hallaba inflamada por la pasión, pero sólo un segundo
después desapareció casi sin darle tiempo a asegurarle de que había sido real y
no sólo una alucinación.
Su posición era verdaderamente
comprometida, no había besado a una simple muchacha, hija de cualquiera de las
familias que vivían en las cuevas fortificadas. Él había besado a Kate, la hija
de Dilinger, el sólo imaginar la cara que pondría si se enteraba de que le
había besado inflaba de temor el pecho de Garrett. Sin duda, si quería a Kate
tanto como él pensaba, en el momento en que su padre cargara hacia él no se
amilanaría, cogería fuerzas y lucharía, pero sólo si estaba seguro de que ella
sentía lo mismo. Rogó porque así fuera.
Cuando se cumplía el cuarto día
tras la fiesta, un grupo de mujeres programó una salida al lago, Kate no se
pudo resistir y se apuntó, hacía tiempo que no tenía un momento para respirar y
necesitaba urgentemente un relajante baño.
En unas horas una veintena de
mujeres salía junto a un puñado de hombres armados como protección, entre ellos
se hallaba Garrett, que vestía un sombrero de ala ancha que proyectaba una
amplia sombra sobre su cara.
Camino al lago los hombres
estaban inquietos, no pensaban que el viaje tuviera peligro, pero era mejor
asegurarse. El lago era una de las fuentes imprescindibles sin las que esa
población lograría sobrevivir mucho tiempo, era preciso mantenerla en secreto o
se agotaría.
Al llegar al lago, las mujeres
se acercaron a la orilla, tal vez a lavar ropa o simplemente a beber de él.
Kate, que prefería estar en su cala privada, rodeó a la muchedumbre hasta que
entró en una zona boscosa, si los hombres eran inteligentes, no la seguirían.
Ando durante varios minutos hasta dar con la inmensa roca que siempre le daba
la bienvenida, y empezó a desnudarse. Dejó sus botas en el suelo y su vestido sobre la roca, le sería
más fácil ponérselo en caso de oír ruidos.
Lentamente Kate se fue
introduciendo en el lago, en aquella cala el agua era un remanso de
tranquilidad. Cuando el agua le cubrió las rodillas miró hacia atrás por
precaución. Nada, no había nadie, y siguió avanzando.
_____
Garrett vio a una mujer
separándose del grupo. ¿A quién se le
ocurriría? Pero no le hizo falta una respuesta, era Kate la que se
adentraba en la espesura. Miró al resto de hombres que se mantenía a una
distancia prudente, y no vio un gesto por parte suya de que hubiera visto a
Kate marchar.
-Voy a hacer una ronda por los
alrededores –le dijo a Alan. Éste miró de derecha a izquierda.
-De acuerdo, pero no te
entretengas, no creo que tardemos mucho en irnos.
Y afirmando con la cabeza
dirigió el estribo del caballo hacia la orilla del lago, y bordeándola fue
dirigiéndose a la entrada del bosque. Cuando estuvo dentro se apeó del caballo
y lo ató a la rama de un árbol, siguió a pie.
Tras unos veinte metros se
encontró una roca inmensa, en ella se hallaba un vestido y unas botas. Kate, ¿qué haces?, pensó Garrett. Cuando se hubo acercado
más, utilizó la roca como escondite y se quedó observando el lago.
No había nadie, ni unas
burbujas ni nada. Garrett estaba alarmado.
-Pero niña, ¿dónde te has
metido?
Y acto seguido surgió una
cabellera oscura del agua. Era Kate, de eso estaba seguro.
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