Cuando Garrett llegó hasta
Kate, esta yacía en el suelo desmayada y junto a ella había una figura. Nos han seguido, pensó y mantuvo su arma
delante de él, apuntando a la extraña figura, cuando ella se abrió paso de
entre la vegetación y se acercó a él.
-¡No dispares! –dijo la figura,
y la luz incidió en su cara en ese momento.
Garrett pudo ver a una mujer
anciana, las arrugas de su cara le decían que tendría más de sesenta años, vestía
harapos y su voz era frágil.
-¿Quién eres? –dijo sin soltar
el arma.
-Vengo a ayudaros a esconderos,
no importa quién soy.
-¿Qué le has hecho a ella?
–dijo Garrett a la vez que miraba el cuerpo de Kate en el suelo.
-No le he hecho nada.
Garrett inspeccionó a la
anciana, y comprobó que no llevaba arma alguna, solamente bolsitas colgando de
la cadera.
-Cógela y sígueme, os llevaré a
lugar seguro.
Y así lo hizo Garrett, levantó
a Kate y la llevó sobre el hombre mientras la anciana le indicaba el camino.
_____
Kate abrió los ojos y se
encontró dentro de un lugar extraño que no conocía, las llamas titilantes del
fuego creaban sombras aterradoras. Su corazón volvió a acelerarse mientras
barría con la mirada el lugar.
Se encontraba dentro de una
construcción hecha de ramas, juncos y grandes hojas de árbol. Tenía forma
circular, y se estrechaba conforme ascendía. En lo más alto había un agujero, que
daba salida al humo de la pequeña hoguera, que calentaba el hogar.
-¿Dónde estoy? –se dijo, exhausta
Kate, que se sentó en lo que parecía una lona apoyada sobre el suelo.
De otra estancia, y envuelta en
humo apareció una anciana. Aquella mujer aparentaba más años que la misma
tierra que pisaba. Katherine se fijó en los ojos de la mujer, eran de un color azul pálido y
parecían muy sabios.
-Chiquilla, están en mi casa,
en el Bosque Susurrante.
-Pero las historias cuentan que
nadie sobrevive a él –arguyó Kate.
-Ésos son los que intentan
salir de él –su mano le ofrecía un vaso humeante que Kate rechazó-. Debes
beber, chiquilla. Todavía te encuentras extenuada.
Kate cogió el vaso y notó que
no estaba tan caliente como pensaba, a su tacto aquel vaso era tibio. Se lo
acercó a los labios y olió el intenso aroma que despedía. Bebió a sorbos
rápidos y se terminó la infusión en un santiamén.
-¿Y Garrett?
La anciana juntó sus cejas con
ignorancia.
-¿Ése chico que te acompañaba?
¡Ah, sí! Está cumpliendo con un encargo que le asigné –dijo la anciana-. Mis
manos son fuertes, pero mi espalda no y me es imposible subir a lo alto de la
tienda a reparar el techo.
Kate miró hacia arriba y notó
la presencia de Garrett, que producía un sonido sordo. El crepitar de las
llamas de la hoguera le había impedido percibirlo antes.
-¿Qué hacemos aquí? –dijo sin
rodeos Kate.
La anciana la miró y quedó
estupefacta ante la pregunta tan directa que acabara de hacerle.
-Mi nombre es Aisleen,
vivo en el Bosque Susurrante más de lo que puedo recordar –empezó a decir la
anciana-. Éste es mi hogar y también mi santuario y acojo a los viajantes que
se adentran en estos terrenos inhóspitos para los hombres.
Kate la miró
asombrada, y en ése momento Garrett apareció en la tienda, llevaba en sus manos
manchas de un color negro y de un olor desagradable.
-Ya está
terminado, Aisleen –le dijo a la anciana sin darse cuenta de que Kate ya estaba
despierta. Siguió avanzando y vio a Kate incorporada sobre la lona del suelo.
-¡Has despertado
ya! –dijo con alegría-, nos tenías
preocupados.
Más tarde,
Aisleen les contó la extraña historia que les había llevado a encontrarlos.
Había estado
persiguiendo a una liebre, cuando rodeaba un pequeño árbol caído pensando
acortar distancias vio una visión, o algo que se le parecía. Su cuerpo se paró,
intentando hacer el menor ruido.
Al borde de un
pequeño estanque había una mujer sentada, con los pies dentro del agua y la
melena suelta. El cabello de la mujer era de un color azul vivo a pesar de ser
semitransparente. La mujer se giró, y le sonrió. Lágrimas brotaron de los ojos
de Aisleen al ver a aquella mujer, la más bella que jamás había visto en su
vida y cayó de rodillas al suelo adorando la visión.
Ella le dijo con
voz cálida que buscara a los que habían entrado en su territorio, y los ayudara
a sobrevivir dentro del bosque hasta que salieran de él ilesos.
Aisleen asintió
con la cabeza mientras la imagen de la hermosa mujer se desvanecía como los
últimos rayos de sol. Ella se levantó y comenzó a buscar los que habían entrado en el bosque para
ayudarlos, tal y como le había pedido la hermosa mujer.
Aisleen, que no
era supersticiosa y había logrado sobrevivir muchos años dentro de aquel bosque
lleno de magia, el advenimiento del Hada Azul había supuesto una verdadera
dicotomía. Aún así los buscó, y cuando los hubo encontrado no dudó ni por un
instante de que fue real.
Y así fue como
Garrett y Kate acabaron en su tienda. Al acabar su relato, Aisleen se sentó
para descansar sus piernas cansadas de andar. Y rodeando el fuego, cenaron
juntos dándose compañía.
La tienda no era
grande para acogerlos a los tres, por lo que Aisleen los llevó a oscuras por el
bosque. La anciana era diestra en esquivar árboles y estorbos en el camino,
pero Kate estuvo a punto de caerse un par de veces debido a piedras inoportunas
en el camino. Suerte que tenía detrás a Garrett para sujetarla cada vez que
tropezaba.
Garrett y Kate
habían pasado más tiempo juntos ése día que en los días anteriores. Su
aproximación había sido inmediata, casi natural. Se habían echado mucho de
menos durante varios días, y ahora disfrutaban de la cercanía del otro sin
necesidad de dar explicaciones.
Siguieron
avanzando por la espesura. Habían dado tantos quiebros y giros, que Kate pensó
que se habían perdido sin remedio, solos y en la oscuridad más absoluta.
De repente
Aisleen detuvo el paso, y tanteó con las manos la roca que tenía delante. Kate
podía ver la gran pared de roca que se hallaba frente a la anciana. Garrett no
veía nada desde su posición en la comitiva, y no apreció el parón de los pasos,
lo cual lo hizo estrellarse contra la espalda de Kate, la cual hizo
malabarismos para no caer sobre la anciana y no acabar todos en el suelo.
-Ya hemos
llegado –dijo Aisleen.
Kate tocó la
pared de piedra siguiendo a Aisleen, de la cual había perdido la pista en un
segundo.
-Por aquí –dijo
la voz de Aisleen amplificada por el eco.
Kate se
arrodilló y pasó por la estrecha abertura en la tierra, que de haber avanzado
más le habría hecho caer por él. Con sumo cuidado avanzó por el túnel que olía
a humedad, pero que se mantenía seco. A lo lejos percibió una luz suave que se
agrandaba. Al salir el túnel, Kate fue a parar una gran estancia, coronada por
una lámpara que emitía luz desde más de sus diez velas.
La habitación
era grande, no cabía duda, pero era bastante pobre en su decoración. Más de
cinco lonas como las de la tienda de Aisleen estaban amontonadas a un lado, y
una pequeña salida de agua dotaba de un manantial a aquel refugio subterráneo.
Kate no pudo
creer lo que veían sus ojos.
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Muchas gracias a todos los que han entrado a este blog, y se han quedado prendados de #Bandida.
Muchas gracias a @judithbelieber (podéis seguir su novela #WhiteHorse desde novelawhitehorse.blogspot.com.es/ ), gracias a @puta_nieves , y sobre todo, muchas gracias a mis amigas, que sin ellas no podría haber seguido escribiendo esta historia.
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¡HASTA LA PRÓXIMA ACTUALIZACIÓN!
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