Creo que hace nada volví a verte en el tren. Fue extraño.
Se ve que aunque mirándome al espejo apenas noté diferencias en las facciones de mi rostro, el tiempo pasa de verdad y ese ligero recuerdo de ti es ahora un hombre.
Me gustaría recordar con precisión, pero siguiendo la estructura procesual de mis pensamientos parece que es imposible lograr componer situaciones de forma cronológica,
pero qué más da cuando únicamente escribo basándome en un recuerdo que nace del cruce de una mirada con un desconocido.
La cosa es que de alguna forma vino a mi cabeza la imagen de un niño risueño y noble, curioso e inquieto y esa época en la que todo mi propósito existencial era sentarme al final de la clase para pasar desapercibida y perderme en mi mundo sin llamar la atención de nadie y poder analizar lo que me rodeaba desde una posición cómoda que no me hiciera situarme ante el mundo;
desde luego las relaciones sociales no fueron mi punto fuerte en aquella época y aunque nuestro trato era escaso, siempre sentí que eras una persona en la que poder confiar. Me acordé de todas las veces que te vi bajar en bicicleta por las calles del pueblo y de lo mucho que envidiaba no saber montar y la vergüenza que sentía cada vez que se me pasaba por la cabeza la posibilidad de pedirte que me enseñaras,
de las veces que nos saludamos sonriendo y de cuando dejamos de hacerlo, de cómo fuimos compañeros de clase desde pequeños a convertirnos en completos desconocidos.
E incluso vino a mi cabeza ese pequeño peluche que te rechazó una chiquilla y que te ofreciste a darme, y mi negativa ante ello, y el desdén con que lo tiraste al contenedor de basura que había justo al lado de la puerta del colegio; siempre pensé que fue la primera vez que rompieron una parte interior de ti que ni tú mismo conocías aún del todo.
Me resulta curioso cómo cambian las cosas y como cambiamos nosotros y a la vez me resulta incómodo cruzarme con esa imagen adulta que creo tener de un recuerdo que de alguna forma me despierta simpático afecto sacándome una sonrisa para tener que volver la cara y mirar hacia otro lado, pero parece que así es la vida cuando te vuelves adulto.
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