lunes, 17 de junio de 2013

MICRORRELATOS XII: Circunstancias de la vida




Lo maté; no tuve más remedio. Y no era nada premeditado, pero los hechos lo acabaron haciendo inevitable. Lo supe cuando el café comenzó a hervir mientras recogía las tostadas que acababan de caer al suelo. Era difícil remontar esto. En la calle las cosas no mejoraron. Bajando al metro una señora decidió que era más cómodo colocarse en el centro que situarse a uno de los lados de la escalera mecánica y pude ver como mi tren partía cuando apenas me faltaban un par de peldaños. No contenta con eso se volvió hacía mí con una estúpida sonrisa.
-Perdone joven ¿este es el lado bueno para Rafelbuñol? 
Miré el panel donde claramente podría leerse “próximo tren, destino Rafelbuñol, ocho minutos” y la miré a ella. No se si fue la absurda sonrisa o el que me hubiera llamado joven, es tan raro que me lo llamen, pero al abrir mi boca ya sabía que no le diría una grosería: 
-Si señora es en este lado, en unos minutos llegará. 
Seguí caminando por el andén por no tentar a la suerte si la señora intentaba comenzar una conversación y tras una espera, mayor a la indicada en los paneles, subí al vagón más atestado del tren. -Hola María Luisa, buenos días, siento llegar tarde pero el metro me jugó una mala pasada intentaba justificarme ante mi compañera de la recepción.
-Imaginé que algo así podía haberte pasado -me contestó con una sonrisa-, pero tengo que decirte que justo hoy el jefe ha llegado antes, que trae su camisa azul y que además ha preguntado ya por ti. 
Joder, estoy perdido; la camisa azul se asocia con científica evidencia a un empeoramiento en el carácter, ya de por sí terrible, del nuevo jefe. No lleva aquí más de dos meses y da la impresión de alegrarse con las desgracias ajenas. Experto en recursos humanos todos sabemos que su objetivo final es disminuir las nóminas de la empresa. Todos los días nos obliga a participar en una especie de ruleta rusa de requerimientos imposibles en la que siempre acaba tocándome la metafórica bala. Un pensamiento extraño atraviesa mi mente produciendo una sonrisa aún más estúpida que la de la señora del metro: “Al menos soy bueno en algo”. Mientras dejo mi cazadora oigo su voz.
-Qué Antonio, le parece que podría pasarse por mi despacho, si no es mucha molestia, claro -y lo peor de todo es que mientras le respondo: 
-Ahora mismo voy -le noto encantado por las molestias que sabe me produce. 
De camino a su despacho suena mi móvil. 
-¿Diga? 
-Buenos días mi nombre es Lorena y le llamo de movistar -y no me toca más remedio que ser algo cortante.
-No señorita muchas gracias no me interesa -le digo mientras vuelvo a oír la insoportable voz 
-¿Piensa venir o no Antonio? 

Del resto ya dan cuenta los periódicos.




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