lunes, 27 de agosto de 2012

Capítulo 2: Katherine #Bandida


Sólo había conseguido servir a dos hombres, los mismos que estaban cuando ella llegó, que no pararon de beber hasta que la noche lo invadió todo y se marcharon.
Un pan duro y un poco de queso obtuvo por recompensa, no estaba mal, considerando lo que había comido en los últimos días.

-Hasta que no recibamos ingresos no podremos darte algo mejor que llevarte a la boca –le dijo Ágata, la esposa, cocinera y mujer del dueño del hostal.
-Por hoy es suficiente. –dijo Kate con una media sonrisa que empezaba a estar cansada.

Subió a su habitación y se recostó. Miraba al techo, pero por muy cansada que estuviera, no cerraba los ojos. Se sentó sobre el jergón y cogió unas hojas que tenía amontonadas en el tocador, y con su pluma empezó a relatar su historia, la que le quemaba en las manos, necesitaba escribirla para poder descansar.
Kate tragó saliva, y respirando hondo rasgó el papel con la pluma.

>>Nunca he sido de las que ha pensado que el azar ha tenido algo que ver en la vida de las personas. Más bien pienso que el recorrido de una persona ha estado escrito desde hace ya mucho tiempo, mucho antes de que los humanos anduviéramos por estas tierras.

Me llamo Katherine, mi apellido importa poco, aquí lo único que importa es mi historia. Hace tiempo que quería relatar mi historia, me hormigueaban los dedos de la necesidad de hacerlo.

Eran tiempos difíciles, la revolución había llegado al nuevo mundo, y yo, como todos en éstas malditas tierras, sentía miedo. ¿Qué nos podía traer la renovación? En el sur siempre ha habido problemas. La esclavitud está muy arraigada, tanto como los árboles que crecen hundiendo sus raíces en el suelo vivo bajo el sol. Los indios tratan de recuperar sus terrenos, los mismos que los colonos proclamaron como suyos, llevando a los indígenas a vivir escondidos entre las montañas.

Y en éste clima de sometimiento, estábamos el resto de los pobladores, los cuales nos encontrábamos en medio de todo este lío. Debido a estos problemas, empezaron a surgir creencias de que en nuestras colinas bañadas por los ríos, se encontraba la mayor concentración de oro habida y por haber.

Y también surgieron aquellos que tenían como propósito el hacer la mayor recaudación posible a prueba de disparos.

Entre ésos me encontraba yo.<<

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