Mientras conducía de camino al aeropuerto recordé la frase que había
leído hace algunos años, y que se había instalado en mi memoria. “La
presencia es imaginaria pero la ausencia es muy real”. El libro hablaba
de la muerte de un ser querido pero podía aplicarse también a Linda que,
gracias a Dios, estaba viva.
Hacía cinco años que no la veía y en todo este tiempo no había dejado de
pensar en ella ni un solo día. La había dejado escapar y eso me
atormentaba. Pero hoy, podía corregir mi antiguo error.
Cinco años viendo su foto todas las mañanas. La había puesto en mi
despacho para no olvidar mi propia estupidez, para recordar que las
cosas podían haber sucedido de otro modo. ¿Me recordaría ella también, o
habría seguido con su estilo de vida intenso y sin lugar para el
pasado? Pronto saldría de dudas.
El panel encima de la puerta indicaba que los pasajeros del vuelo
procedente de Roma ya estaban desembarcando. Sabía que la reconocería
pasara el tiempo que pasara, pero el gesto de sacar su foto del
bolsillo y volver a mirarla me tranquilizó.
Los viajeros empezaban a salir. Cinco años deseando este momento. Hoy
era mi día, no podía volver a fallar. La reconocí nada más verla. El
corazón me latía con una fuerza que creía ya perdida. Sabía las palabras
que tenía que decir y no me temblaría la voz:
Señorita Linda soy el inspector Vázquez. Está usted detenida.
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