lunes, 31 de diciembre de 2012

Un día de perros

Y como el 2012 se acaba esta noche, y hacia tiempo que no publicaba, me he decidido a subir este relato, espero que os guste!!


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Como todos los días, desde hace 8 años, voy a fichar a mi lugar de trabajo en el centro de de mi ciudad, Manhattan. Qué os puedo decir de este lugar que no podáis leer en cualquier sitio. Un lugar pluricultural en todos sus sentidos, son muchos los turistas que vienen a visitar mi ciudad, sin saber lo que realmente esconde. Se podría decir, y yo así lo creo, que todas las ciudades ocultan terribles secretos, cada cual a la altura del lugar donde ocurre, y eso no es una ventaja donde trabajo.

- Hola Piter. ¿Cómo va la mañana en la jaula?

¿No os lo había dicho? Seguro que muchos ya lo sabéis. Manhattan es una isla, repleta de rascacielos, pero también tiene sus suburbios, las arterias de los tratos oscuros.

–Mark, viejo amigo. ¡Qué raro verte tan pronto! –Y razón no le falta a mi gordo compañero –. 

 –Esta mañana tengo que entregar papeleo, ya termine el caso Carpa- Piter nunca levanta la cabeza del mostrador donde guarda el periódico, a no ser que aparezca algún personaje peculiar en el mostrador–. 

Nunca hay más palabras, siempre hay un comienzo de conversación, pero el fin no llega hasta que no termina la jornada. Pero para una persona como yo, sinceramente, parece que la jornada nunca acaba. Llegue a mi despacho sin saludar a nadie más, no es que cayese mal en el departamento, pero como ya he dicho, era bastante pronto. Podría malgastar muchas palabras para describir mi despacho, pero no hace falta mucho; un lugar pequeño, con una mesa, ficheros repletos de casos de toda índole, montañas de carpetas con informes y fichas policiales junto a mi ordenador portátil.

Nunca pensé que el día sería el más largo de mi vida, y era normal no llegar a esa conclusión después de 8 años de experiencia, pero uno nunca sabe que puede suceder en una profesión como la mía. Es posible que estas sean mis últimas memorias.

Manhattan no descansa, nunca se toma un descanso. Solo
eran las 8 de la mañana cuando recibí la llamada.  

–Mark. Buenos días, tenemos trabajo pronto –era mi 
compañero Nilson–. 

–Tan directo como siempre. ¿Dónde te encuentras? 

–De fondo se escucha un incipiente tráfico, las oficinas abrirían en 30 minutos y nadie querría llegar tarde a su puesto de trabajo–. 

–Esto en Madison Ave con la 75. En 10 minutos llegaré a Celtral Park. Nos espera el cliente desde hace 20 minutos. ¿Cuánto tardarás? 

–Me pillas en la oficina Nilson, dame 20 minutos. Llegaré cuando terminen de acordonar la zona, antes de que llegue el juez para levantar el cuerpo –de pronto se escucho una irónica risa de mi compañero–.  

–Date prisa, si el juez llega antes que tú no le costará mucho levantar el cuerpo. Por lo que me han dicho está hecho cachitos. 

–Nilson ahora nos vemos.  

A mi compañero le gustaba su trabajo, de eso no había duda. Que puedo decir que no se haya supuesto, soy inspector de homicidios en la Isla de los rascacielos. Muchas veces he leído, sino escuchado, que la llaman la cuna de la nueva civilización. No digo más. Se puede decir que soy una persona simple, me gusta ir siempre directamente al asunto, y sin duda esa norma la cumplo en cualquier aspecto de mi vida, aun que en este momento me arrepiento de la doctrina que siempre he defendido.

Sabía que la 79 con York Ave estaba a 7 manzanas de Central Park, pero era línea recta. Al llegar a la entrada del museo metropolitano de arte ya me estaba esperando un uniformado. A mi compañero y a mí nos gusta más llamarlos pingüinos, pero no dejan de ser nuestros compañeros, los que nos hacen los recados. Deje el coche con otro pingüino y me senté en el asiento del copiloto de un cochecito electrónico. 

–Agente ¿Como se llama? –Siempre con tono serio. Nos tienen que respetar–. 

–Señor mi nombre es Jackson –en tono aun más serio que el mío, sin duda este agente hacía que la leí se cumpliese sin excepción–. 

–Bonito nombre agente. ¿Ha estado en la zona del crimen? 
 –Me encendí un cigarrillo, estaba dispuesto a entablar conversación con aquella nuez–.

–Perona Señor. Está prohibido fumar en Central Pack –ese era el momento que había propiciado, y el agente me lo había puesto bastante fácil–.

–Si agente, estoy informado de las leyes –y seguí fumando mientras me levantaba el cuello para abrigar mi cuello del frío mañanero de Noviembre–. 

Como era de esperar el agente no dijo nada en todo el viaje, eso era lo que esperaba, siempre hay que marcar bien la jerarquía.

Diez minutos después me encontraba ante el primer cordón policial, dos minutos más y estaba ante el segundo cordón policial y por fin, con algo de cuidado, me encontraba en el núcleo del suceso. 

–Mark, que bien me caes compañero. Has tardado 20 minutos. Amigo tienes que contarme tu secreto –hacía frío, mucho frío, pero para mi compañero el exterior era siempre su oficina– 

–Nilson, es muy pronto, y hablas mucho. ¿Qué tenemos?
 
–Tenemos algo diferente; mujer blanca, de 20 a 25 años, desnuda, sin rastro de su ropa, sin documentación ni anillos collares o cualquier maldita cosa que pueda adornar el cuerpo de una mujer –siempre había sido frío con las víctimas, me preguntaba si se dedicaba a este trabajo por ellas o por los hijos de puta que andaban sueltos–, y hasta que nos diga algo más el forense y el laboratorio te puedo decir que esta desmembrada; Cabeza, piernas, pies, brazos y muñecas.

– ¿Sabes qué ha pasado con la sangre? –Está en busca y captura por el momento, al igual que el arma del crimen.
  –Bueno, hay que ponerse a trabajar. Tenemos suerte, esta noche no ha llovido, que los pingüinos no manchen el escenario.

–Si claro jefe, su señoría puede pasear un rato por el lugar, no vaya a perder sus costumbres –era difícil aguantarle en aquellas situaciones y él lo sabía–. 

Los periodistas, buitres carroñeros, estaba en el primer cordón policial llevando al limite el zum de sus cámaras para alimentar sus carteras. Pero los matorrales se lo iban a poner difícil, esta vez los pingüinos no habían hecho mal su trabajo.

Me pasee por el lugar. Mi guía eran las partes que me iba divisando con la vista. Los pies estaban juntos, bien colocados, si la víctima se encontrase completa estaría de pie. Llame al fotógrafo para que hiciera una instantánea, y seguí el camino. Las piernas estaban juntas, sin signos de forcejeo, una al lado de la otra, como compañeras inseparables, que ironía.

No entiendo como Nilson podía tener tan poca delicadeza. El “cuerpo” de la victima que conformaba la parte más grande, donde se unían todas las extremidades, estaba boca abajo, sin signos y desnuda. Una imagen devastadora para la mente humana. Los brazos estaban colocados igual que las piernas, y las manos no eran una excepción, pero la cabeza era diferente.

El asesino se había preocupado de dejarla de pie, con la boca y los ojos cerrados, tenía el pelo recogido en un moño hecho a la perfección. Un escalofrío recorrió mi cuerpo en aquel momento, y no era por el frío. La persona a la que buscábamos era peligrosa, y cuando digo peligroso en mi profesión es por qué nos enfrentamos a algo desconocido en nuestra ciudad. Todas las partes del cuerpo estaban alineadas en paralelo, pero había algo claramente diferente. Aun que la cabeza de la mujer estaba de pie, apuntaba a algún sitio. 

–Por favor Jackson, coja a 3 hombres y revise bien esa zona.
Solo era una suposición, pero la cabeza apuntaba al Este.

 –Mark ¿Has visto algo? –me desconcertó tenerle tan cerca, y más escuchar su fría voz tras de mí–.  

–Solo quiero asegurarme de que todo queda bien peinado antes de que el juez levante el cadáver –mentira, desde que asuntos internos me había puesto al corriente de las costumbres nocturnas de mi compañero no me sentía como a su lado–. 

–Mark llevamos aquí una hora, y todavía no he desayunado 
–yo tampoco había desayunado, me gustaba esperar a que el día hubiese comenzado, así podía pensar tranquilamente en lo que tendría que hacer mientras me tomaba mi café–. 

Esperamos a que el juez terminase de levantar el cadáver, cuando termino salimos de Central Pack, al lado del Metropolitan y nos metimos en el primer bar que encontramos. 

El caso era grave para la ciudad, “gracias” a eso el jefe se tuvo que acercar al lugar para dar explicaciones a la prensa. 

Aun que si soy sincero el cometido del jefe era decir basura desleal; “Señores tranquilos. Tenemos a nuestros mejores agentes en el caso. Pronto tendremos al desarmado que ha cometido esta atrocidad. Hasta el momento no puedo decir nada más”. 

El bar estaba repleto de gente trajeada, mujeres y hombres que se encontraban en las oficinas más importantes de la ciudad.

–Nilson el café aquí nos va a salir bastante caro –mientras miraba la carta de bollería–.

–No te preocupes compañero esta mañana invito yo, puedes pedir todo lo que quieras, siempre que tengas bien el estomago –eso me hizo recordar lo que había visto minutos antes, y mi compañero lo sabía–.

–Bueno Mark.

– ¿Quieres hablar del caso ahora o esperamos mejor al cigarro?

–Mejor esperamos al cigarro.

Si había algo que me gustaba realmente de mi compañero, era hablar de la Super Bowl, a mí no me gustaba en exceso, pero él se tiraba el desayuno entero hablando, y yo tenía tiempo para pensar en lo que tendría que hacer durante el día. De los dos, él era la práctica y yo la teoría. 

Cuando terminamos el desayuno decidimos ir a la oficina, lo primero que teníamos que comprobar eran las desapariciones en los dos últimos días, junto con sus descripciones, y por desgracia, si se producía alguna coincidencia tendríamos que ponernos en contacto con la familia para que reconociese el cuerpo. 

A veces pienso que eso es lo más duro de mi trabajo, pero en ocasiones como esta donde se involucra a un familiar. No sabría qué decir. 

–Mark, no te preocupes, si encontramos alguna coincidencia en desaparecidos yo me ocupo de la familia –no sabía que era peor, pasar un mal rato, o dejar que Nilson se ocupase del asunto familiar– es bastante posible que haya alguna denuncia que dé el perfil, y si no es así el forense nos dará el nombre de la víctima.

Eso estaba claro, lo que mi compañero quería decir, es que pronto nos desharemos de la familia y podremos ponernos a trabajar. No sé cómo no me di cuenta de cómo acabaría el día.

–Peter. ¿Qué tal? ¿Cómo va la mañana?

–Hombre Zipi y Zape. Pues ya podéis ver que esto empieza a llenar de basura, como todas las mañanas.
Esta era parte de la basura que mencionaba al principio, pero esta todavía se podía oler. 

–Peter no te quejes –antes que lo perdiera de vista–. 

–¡Eh! esperar, el jefe quiere veros. 

Era normal, no era un caso habitual. La sociedad pediría información a la hora de comer, para pasar el rato antes de volver al trabajo. Fuimos al despacho y entramos sin llamar a la puerta.

–Chicos esto es lo que quiero que hagáis. Buscar en desaparecidos, si encontráis algo, cualquier cosa, me la hacéis saber al instante. Le he metido prisa al forense, así que dentro de dos horas os quiero abajo, y después en mi despacho –Nilson tan inquieto afirmo–. 

–Muy bien jefe, a sus órdenes.

–Chicos esto es serio, quiero a ese hijo de puta para ayer. 

A todo esto el jefe no había levantado la cabeza del periódico. Lo único que le importaba era que no le salpicará la mierda, y para eso había que trabajar rápido. 

No penséis que siempre nos escribían una agenda. Durante las dos horas estuvimos buscando en desaparecidos, comprobando fechas, comparando las fotos en los registros, perdiendo el tiempo en la base de datos, esa cara no existía a ojos del ordenador, pero tal vez fuera la última de una larga lista que no habíamos terminado de comprobar.
Bajamos al sótano, donde estaba Carl, un hombre bastante majo, algo chistoso para el trabajo que tenía. 

–Ya estáis aquí eh. Tan tranquilos como siempre. No sabéis como odio que me separen el trabajo, uno no saber por dónde empezar.
Nilson se tuvo que tapar la boca, para frenar la risa que salía de sus labios. No por educación hacía la víctima, ya sabéis como es él, sino por educación hacía mí.

–Carl. ¿No te puedes dejar tus chistes para la comida? 

–Claro que si Mark, perdona –mire a las mesas donde se encontraba la mujer repartida–. 

–¿Qué tienes que contarnos?

–Es difícil empezar sin tener que pisar vuestro trabajo. La mujer no tiene ni gota de sangre en el cuerpo. Tampoco tiene fisuras, ni cortes, es decir, que salvo lo que podéis ver, no hay nada que indique una forma de extraer la sangre –Nilson era una persona maniática con el orden de la información–. 

–Lo primero por favor, la hora de la muerte.
Carl fue a una mesa plateada donde tenía la ficha de la mujer. 

–El cuerpo se encontró a las 7:45, los indicadores nos dicen que pudo morir alrededor de las 12 de la noche. El cuerpo está limpio y cuando digo limpio es limpio señores. No hay nada. La tierra que se ha encontrado en el cuerpo se está analizando en el laboratorio, pero me apostaría mi sueldo a que pertenece al parque. 

Algo tenía que decirnos el cuerpo, y me estaba poniendo nervioso Carl, al hablar del caso de esa manera. 

–Carl, no te enrolles.

–Perdona Mark. La mujer es virgen, no hay rastro de acoso de ningún tipo. Debe ser la única virgen de todo Manjatan, perdón. En cuanto a la mutilación, es difícil pensar en la herramienta, lo primero que atrevería a decir es que se puede tratar de un serrucho, es lo más usado en la sociedad, y desde luego no son cortes limpios, el hueso tiene estrías en las zonas de corte. Por desgracia para cortar a una persona sirve casi cualquier cosa, y lo único que puede plantear problemas son los huesos, en este caso, nuestro amigo no se complico en buscar algo profesional; como una sierra eléctrica, un bisturí o algo similar. Yo creo que fue con una sierra para métales. Pero eso solo lo digo yo. 

–Carl, Mark no tiene tanta paciencia como yo. Podrías decirnos si tiene algo en la sangre.

–El departamento de toxicología está haciendo verdaderos esfuerzos, y lo único que puedo decir hasta ahora es que no se ha encontrado nada.
En ese punto terminó la reunión, sin nada que aportarnos. Las huellas de la mujer no nos dieron un nombre, la víctima debía ser un inmigrante sin papeles. Si eso era correcto, la familia tardaría en denunciar, si acaso lo hacía, o mejor aún, si tenía familia. 

El caso acababa de empezar y las opciones de las que disponíamos se iban limitando. Nilson hizo unas llamadas para comprobar si se había escapado alguien de algún psiquiátrico, después de eso nos tocaría ir a la calle a buscar confidentes, rezando para recibir alguna llamada. Mientras que mi compañero hacía la tarea fui a informar al jefe. Me gusta ser directo, no escondí nada, no me guarde ningún as y por último no le di esperanzas al jefe. 

Por supuesto no le gusto la información, y menos aún mi opinión. Pero algo si le dejé claro. 

–Jefe, volverá a actuar, no lo dude.

A lo que él respondió:

– Eso me temo, y espero que cuando pase no nos encontremos como ahora. No podemos dar esa imagen, y no hay un crimen perfecto. En la cafetería estaba Nilson. 

– ¿Descansado? Me da la sensación que no querías ver al jefe. 

– Y no quería verle dos veces en tan poco tiempo amigo –mientras me acercaba una taza de café solo con mucha azúcar–.

Mi segundo café del día. Mi móvil empezó a sonar, mientras mi compañero me miraba emocionado. 

– ¡Noticias! 

Decía eso por un solo motivo, nunca recibía llamadas personales fuera del trabajo. Levante la tapa de mi Motorola H3.

 –Sí. Vale ahora vamos. Nos espera una lancha al final de la 89 –al decir eso Nilson se quedo perplejo–. 

–¿Qué ha pasado? ¡No me digas que hay más!
–Pues si compañero, eso parece. Quieren que lo comprobemos, parece que los guardacostas han encontrado a otra mujer mutilada en la islita de Mill Rock Park. 

Después de la noticia salimos de la comisaría sin decir nada. Cogimos el coche y nos dirigimos al embarcadero. Era un momento delicado, se comprobaría, pero estaba claro que los asesinatos estarían enlazados. Hasta ahora la situación podía ser controlable, pero si esto seguía… Con el primero nunca surge el miedo a corto plazo, pero cuando el segundo aparece tan rápido la cosa cambia, y ambos lo sabíamos, nuestro jefe lo sabía. El tráfico era insoportable, el mundo se movía en una dirección y aun que parecía que seguían la misma que nosotros, no tenían nada que ver.

Tardamos 15 minutos en recorrer 5 kilómetros. Los guardacostas nos estaban esperando, no cruzamos muchas palabras, enseguida nos pusimos en marcha al pequeño islote. Alguna vez había estado en el lugar de visita.

Cuando llegamos ya estaban los pingüinos controlando la zona. Lo bueno del lugar era la dificultad que planteaba a los periodistas, y lo malo de la situación era que la zona del crimen era idéntica a la de Central Park. 

Nos encontrábamos en Mill Rock Park, era una mujer y su cuerpo se encontraba mutilado de la misma manera que el anterior. Pero había algo que cambiaba, tardé en darme cuenta y eso manchó mi mente. La cabeza de la mujer miraba a un lugar diferente que la anterior, o por lo menos eso parecía. En aquel momento llegue a pensar que se trataba de la manecilla de un reloj, pero era una conjetura. Tras repetir el sistema de actuación, el mismo que por la mañana informamos al jefe en persona, aunque estaba vez habló Nilson.

–Señor tenemos más cosas por las que buscar. Hemos encontrado huellas en el lugar donde se encontraba el cuerpo. También hemos pedido un listado a los guardacostas de todo lo que vieron ayer noche sobre el agua –sabía que mi compañero no tenía nada más que aportar y entre en escena–.

–Estamos a expensas del forense, y en unas horas sabremos si tiene cara la segunda víctima, si todo sigue su camino encontraremos fallos del asesino. 

Era un día duro para todos, y el jefe era el que tenía que dar explicaciones a la prensa y antes que a ellos al alcalde. Por lo que la información que le dimos no le servía de nada. Pero todo estaba pasando muy rápido. Teníamos a los pingüinos patrullando todos los parques de la Manjatan. Estábamos de caza, y la presa nos llevaba mucha ventaja, de momento…


Eran las 3 de la tarde, la comida no había sido sustancial. Nuestros estómagos tampoco nos pedían mucho. Mi compañero, que era de hierro, tampoco lo llevaba bien. El forense nos había dado la misma información salvo que la mujer había muerto a las 6 de la mañana aproximadamente. También nos había dicho que era terriblemente difícil que una sola persona preparase un asesinato de esa manera dos veces seguidas. No queríamos pensar que fuera más de una persona, pero estábamos más que obligados a contemplar esa posibilidad. Le comente a mi compañero la posición de las cabezas, y mí idea sobre las agujas de un reloj. Tras pensar detenidamente la idea, la primera víctima apuntaba a las 3 y la segunda a las 12. La idea daba vueltas en mi cabeza, pero no conseguía enlazar nada. El día se estaba nublando, y se esperaban lluvias para la noche. A las 4 nos volvieron a llamar, parecía mentira pero habían encontrado otro cuerpo. Mi compañero no me pregunto nada, nos montamos en el coche y fuimos a Central Pack, al Norte con la 7. 

La misma situación, otra mujer a la que habían mutilado después de succionar toda su sangre. Esta vez no había huellas que cotejar. Pero la cabeza de la mujer apuntaba a otro lugar. A las 6 de la tarde ya era de noche y la lluvia dominaba todo lo desprotegido, posiblemente estuviera golpeando a otra víctima en estos mismos momentos. El asesino nos llevaba ventaja, y trabajaba a la vez que nosotros. Tan cerca y tan lejos. El forense nos informo de la hora de la muerte, las 12 de la mañana. ¿Cómo lo habían conseguido? Moverse de día con la tercera víctima en un lugar aparentemente público. Estaba claro que había alguien más implicado. No paramos de repetir todo lo que teníamos sobre la mesa, mientras que otros seguían trabajando en la calle. 

Una muerte cada 6 horas, desde las 12 de la noche. Si esto no había acabado a las 6 de la tarde estarían matando a alguien en alguna parte de la isla. El asunto era grave y nuestra comisaría había compartido la información con otras, había varios inspectores de homicidios trabajando en paralelo en la zona, mientras que los pingüinos vigilaban los parques. De pronto Nilson levantó la cabeza.

 –Son bueno estos cabrones. No volverán a Central Park, ahora debe ser más segura que la Casa Blanca –yo asentí a lo que dijo mi compañero. 

–Ahora tenemos las 6 de la tarde o de la mañana. Por orden; 3, 12 y 6.
Nilson dijo con la mirada perdida, –deberíamos dar esta información al resto. 

Pero yo no quería, el caso era nuestro desde el principio, y con el tiempo que teníamos estábamos por fin en un camino, no era mucho, pero si un camino.

–Ahora mismo deben de estar preparando el cuerpo de la cuarta víctima, la 9,–A lo que contesto Nilson. 

– Si, pero puede estar en cualquier “parque” con la cabeza apuntando a las 9, eso no nos da un punto claro dónde dirigirnos. Ahora mismo están en nuestra ciudad destrozando a una tía, y nosotros no sabemos dónde buscar –él tenía razón, pero lo que más me preocupaba era que ellos estaban jugando con nosotros–. 

–Me temo compañero que cuando acabe el día iremos a la calle. 

Cansados de esta en la oficina cogimos el coche, con mi compañero al volante y empezamos a dar vueltas entre las zonas del crimen. Sabíamos que uniendo las zonas en el mapa formaban un triangulo. Si esto seguía tendría que ser un cuadrado, eso podría ser lo que indicasen las horas.

Ya eran las 7 de la tarde, la hora en que poca gente trabaja y mucha sale de fiesta. Las luces de los edificios, de los rascacielos nos deslumbraban. Hordas de personas iban de un lugar a otro, alegres sacando fotos a Manhatann sin reparar ni un segundo en lo que la ciudad escondía en sus calles. 

De pronto me vino a la cabeza la última muerte, había sido en Central Pack, pero al Norte, si se tomaba como referencia el norte, se podría entender que la cabeza apuntaba a las 6, y la primera muerte, también en Central Park, había sido al Oeste del parque, pero marcaba las 3, lo que quiere decir, que apuntaba al Este, y para terminar la segunda muerte apuntaba a las 12, el Norte, por lo que no solo nos queda las 9, sino que sabemos que tienen que estar al Sur.

Tras contárselo lentamente a mi compañero, este saco un mapa de la ciudad y empezamos a dibujar todos los puntos, con las horas y su posición de brújula. Estábamos nerviosos, nos estábamos acercando, necesitábamos un parque. Sabíamos que no silabaríamos a la siguiente mujer, pero les cogeríamos. De pronto Nilson salto de su asiento.

–Ya lo tengo. ¡Coño! Si tenemos en cuenta la distancia aproximada entre los escenarios, la gran posibilidad de que no lo hagan en un parque concurrido por los pingüinos, y que tiene que estar al Oeste, la única opción es…

Puso en marcha el coche y se dirigió al Sur de la ciudad, hasta yo sabía eso. ¿Pero cuál era el lugar? Le acabe gritando, para que me lo contase, a lo que respondió:
–Joder es John Jay Park. 

Está en una zona residencial, es bastante pequeño, y en gran parte tiene un polideportivo privado. De día hay jóvenes y viejos, pero de noche no hay nadie.

Realmente estábamos cerca del lugar, no tardamos más de 10 min, eran las 7y30, solo había pasado una hora y medía supuestamente, desde que había matado a la cuarta mujer, y la policía no controlaba ese parque ya que no daba las características de los anteriores. Al llegar dimos aviso a nuestros compañeros, realmente no tardarían mucho en controlar la zona. Sin embargo, nosotros nos adelantamos.
 –Esos hijos de puta son nuestros.

Dije con una gran motivación. Mientras que mi compañero sacaba la pipa. El parque estaba a oscuras, solo las luces del polideportivo alumbraban, el resto estaban apagadas. Fuimos lo más cuidadoso que pusimos. Llegamos a la escena, y la cuarta mujer estaba allí. Mirando a las 9, al Oeste. Todo estaba igual que los demás escenarios. Se nos habían escapado por poco. Ese era el caso de nuestras vidas profesionales, y más aun, estábamos muy implicados, solo en un día nos habíamos implicado como nunca. Incluso mi compañero que golpeaba un banco con toda su fuerza. 

–Nilson, tío, hemos estad tan cerca. –La ira nos dominaba, me encendí un cigarro, ese sería mi único consuelo aquella noche bajo la lluvia. –Nilson. ¿Quieres un piti?  

Al darme la vuelta mi compañero estaba en el suelo, la garganta no paraba de chorrear sangre, pero él no se movía.
Levanté la cabeza, indefenso, sordo y ciego, hasta que las sirenas de los compañeros despertaron mis sentidos. ¿Qué había pasado? ¿Cuándo? Saqué la pistola y apunté a todos los sitios buscando aturdido, mientras sujetaba a mi compañero, que inmóvil, inerte en el suelo.

Ya ha pasado un mes desde entonces, y un mes llevo de baja. Los asesinatos cesaron aquella misma noche con la muerte de mi compañero. De los asesinos no se sabe nada. Ha pasado tiempo para la noticia, pero alguna vez se recuerda en algún canal de TV.

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Feliz entrada al 2013 y que se cumplan vuestros sueños. 


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